Monday, January 09, 2006

Resumen del Libro ¿Quién se ha llevado mi queso?

¿Quién se ha llevado mi queso?
Cómo adaptarnos a
un mundo en constante
CAMBIO
Spencer Johnson, M.D.

La historia que hay detrás del cuento
Kenneth Blanchar

¿Quién se ha llevado mi queso? es un cuento sobre el cambio que tiene lugar en un laberinto donde cuatro divertidos personajes buscan “queso”. El queso es una metáfora de lo que uno quiere tener en la vida, ya sea un trabajo, una relación amorosa, dinero, una gran casa, libertad, salud, reconocimiento, paz interior, o incluso una actividad.

Cada uno de nosotros tiene su propia idea de lo que es el queso, y va tras él porque cree que le hace feliz. El “laberinto” representa el lugar donde pasas el tiempo en busca de lo que deseas. Este relato ha salvado carreras, matrimonios e incluso vidas.

Como todos sabemos, vivir en una permanente catarata de cambios suele ser estresante, a menos que las personas tengan una manera de ver el cambio que las ayude a comprenderlo.

¿Quién se ha llevado mi queso?

La reunión
Chicago

Un soleado domingo, hombres y mujeres que habían ido juntos al instituto se reunieron para almorzar. Querían saber más cosas de la vida de sus ex compañeros de clase. Angela, que había sido una de las personas más populares de la clase, dijo:
- Han cambiado muchas cosas.
- Es cierto- convino Nathan.
Nathan había continuado con el negocio familiar, que funcionaba como siempre.
- Pero ¿habéis notado que cuando las cosas cambian nosotros no queremos cambiar?
- Creo que nos resistimos al cambio porque cambiar nos da miedo- apuntó Carlos.

Cuando se produjo un gran cambio en nuestra empresa, no supimos que hacer -intervino Michael-. Seguimos actuando como siempre y casi lo perdemos todo. Pero entonces me contaron un cuento que lo cambió todo.
-¿De que cuento se trata?-preguntó Angela.
-Se llama ¿Quién se ha llevado mi queso?

El cuento

Érase una vez un país muy lejano en el que vivían cuatro personajes. Todos corrían por un laberinto en busca del queso con el que se alimentaban y que los hacía felices.
Dos de ellos eran ratones, y se llamaban Oliendo y Corriendo (Oli y Corri); los otros dos eran personitas, seres del tamaño de los ratones, pero tenían un aspecto y una manera de actuar muy parecidos a los de los humanos actuales. Sus nombres eran Kif y Kof.
Tanto los ratones como las personitas se pasaban el día en el laberinto buscando su queso favorito.
Oli y Corri, tenían muy buen instinto y buscaban el queso seco y curado que tanto gusta a esos animalitos.
Kif y Kof, utilizaban un cerebro repleto de creencias para buscar un tipo muy distinto de Queso -con mayúscula-, ellos creían que los haría ser felices y triunfar.
Los ratones y las personitas, toda las mañanas se ponían su chándal y sus zapatillas deportivas, salían de su casita y se precipitaban corriendo hacia el laberinto en busca de su queso favorito.
El laberinto era un lugar en el que resultaba muy fácil perderse.
Oli y Corri, los ratones, utilizaban el sencillo pero ineficaz método del tanteo. Oli olfateaba el aire y Corri se abalanzaba hacía allí. Sin embargo, Kif y Kof utilizaban un método distinto que se basaba en su capacidad de pensar y aprender de las experiencias pasadas, aunque a veces sus creencias y emociones los confundían.
Con el tiempo, todos encontraron lo que habían estado buscando: en la Central Quesera Q, dieron con el tipo de queso que querían.
A partir de entonces, todas las mañanas se ponían sus prendas deportivas y se dirigían a la Central Quesera Q. Al poco, aquello se había convertido en una costumbre para todos.
Al principio, Kif y Kof también iban corriendo todos los días hasta la Central Quesera Q. Pero, al cabo de un tiempo, las personitas fueron cambiando de costumbres. Kif y Kof se despertaban cada día más tarde, se vestían más despacio e iban caminando hacia la Central Quesera Q. Al fin y al cabo, sabían dónde estaba el queso y cómo llegar hasta el.
No tenían ni idea de la procedencia del queso ni sabían quién lo ponía allí. Como ya habían encontrado el queso, cada vez se sentían más a gusto. Se sentían felices pensando que estaban a salvo para siempre. No tardaron mucho en considerar suyo el queso que habían encontrado en la Central Quesera Q.
Trasladaron su casa cerca de la central y construyeron una vida social alrededor de ella. Decoraron las paredes con frases, una de ellas decía:

Tener queso
hace feliz


- Nos merecemos este queso -dijo Kif-. Realmente tuvimos que trabajar muy duro y durante mucho tiempo para conseguirlo.
Al cabo de unos meses, la confianza de Kif y Kof se convirtió en arrogancia. Se sentían tan a gusto que ni siquiera advertían lo que estaba ocurriendo.
Oli y Corri seguían haciendo lo mismo todos los días. Por la mañana, llegaban temprano a la Central Quesera Q y husmeaban, escarbaban e inspeccionaban la zona para ver si había habido cambios con respecto al día anterior. Luego se sentaban y se ponían a mordisquear queso. Una mañana, descubrieron que no había queso. No les sorprendió. Como habían notado que las reservas de queso habían ido disminuyendo poco a poco, Oli y Corri estaban preparados para lo inevitable e, instintivamente, enseguida supieron lo que tenían que hacer. Cogieron las zapatillas deportivas, se las calzaron y se las anudaron.
Los ratones no se perdían en análisis profundos de las cosas. Y tampoco tenían que cargar con complicados sistemas de creencias.
Para los ratones, tanto el problema como la solución eran simples. La situación en la Central Quesera Q había cambiado. Por lo tanto, Oli y Corri decidieron cambiar. Ya se habían puesto en marcha en busca de queso nuevo.
Ese mismo día, Kif y Kof hicieron su aparición en la Central Quesera Q, daban por sentado que su queso seguiría allí. La nueva situación los pilló totalmente desprevenidos.
-¿Qué? ¿No hay queso? -gritó Kif-. ¿No hay queso? -repitió muy enojado, como si gritando fuese a conseguir que alguien se lo devolviera-. ¿Quién se ha llevado mi queso? -bramó, indignado. Finalmente, con los brazos en jarras y el rostro enrojecido de ira, vociferó -: ¡Esto no es justo!.
Kof se quedó paralizado por la sorpresa, no estaba preparado para aquello.
Kif gritaba algo, pero Kof no quería escucharlo. No tenía ganas de enfrentarse a lo que tenía delante, así que se desconectó de la realidad.
Para las personitas, encontrar queso era dar con la manera de obtener lo que creían que necesitaban para ser felices. Para algunas, encontrar queso era poseer cosas materiales. Para otras, disfrutar de buena salud o alcanzar la paz interior. Para Kof, significaba simplemente sentirse a salvo. Para Kif, convertirse en un Gran Queso con otros a su cargo.
Como el queso era muy importante para ellas, las dos personitas se pasaron mucho tiempo decidiendo que hacer. Mientras que Oli y Corri ya se habían puesto en marcha, Kif y Kof continuaban vacilando y titubeando.
Kof empezó a deprimirse, había hecho muchos planes para el futuro basados en aquel queso...
Las personitas no daban crédito a lo que veían. ¿Cómo podía haber ocurrido aquello? Nadie les había avisado. No estaba bien. Se suponía que esas cosas no tenían que pasar.
Aquella noche, Kif y Kof volvieron a casa hambrientos y desanimados; pero Kof escribió en la pared:

Cuanto más
importante es el queso
para uno, más se
desea conservarlo.


Al día siguiente, ya en la Central Quesera Q, Kof pregunto-¿dónde están Oli y Corri? ¿Crees que saben algo que nosotros no sabemos?
-¿Que quieres que sepan? No son más que ratones. Reaccionan ante lo que ocurre. Nosotros somos especiales. Tendríamos que ser capaces de dar con la solución. Además, merecemos mejor suerte que ellos, al menos tendríamos que recibir una compensación porque tenemos derecho a nuestro queso.
-¿Por qué?-preguntó Kof.
-Porque este problema no lo hemos causado nosotros, alguien ha provocado esta situación y nosotros tenemos que sacar algún provecho de ella.
Mientras, Oli y Corri ya habían recorrido muchos pasillos, buscando queso en todas las centrales queseras que encontraban en su camino. No pensaban en otra cosa que no fuera encontrar queso nuevo. Pasaron mucho tiempo hasta que llegaron a una zona del laberinto en la que nunca habían estado: la Central Quesera N. Al entrar profirieron un grito de alegría. Habían encontrado lo que estaban buscando: una gran reserva de queso.

Cuanto más clara era la imagen que Kof tenía de sí mismo encontrando y probando el nuevo queso, más ganas le entraban de marcharse de la Central Quesera Q.
Las personitas siguieron haciendo todos los días lo mismo que habían hecho hasta entonces: ir a la Central Quesera Q, no encontrar queso y volver a casa, llevando consigo sus desasosiegos y frustraciones.
-Si nos esforzáramos un poco-dijo Kif-, tal vez descubriríamos que en realidad las cosas no han cambiado tanto. Es probable que el queso esté cerca. Quizás está escondido detrás de la pared. Empezaron a trabajar haciendo agujeros en la pared. Por eso comenzaron a ir a la Central Quesera Q más temprano, lo hacían con más ahínco y acababan más tarde, pero lo único que consiguieron fue tener un enorme agujero en la pared. Kof empezó a comprender la diferencia entre actividad y productividad.
Finalmente, un día Kof empezó reírse de sí mismo. No le gustaba la idea de tener que correr de nuevo por el laberinto, porque sabía que se perdería y no tenía ninguna certeza de que fuera a encontrar más queso, pero, al ver lo estúpido que se estaba volviendo por culpa del miedo, tuvo que reírse de sí mismo.
Cuando Kif vio a su amigo poniéndose el chándal, le preguntó:
-No irás a salir al laberinto otra vez, ¿verdad? ¿Por qué no te quedas aquí conmigo, esperando que nos devuelvan el queso?
-Mira, Kif, no entiendes lo que pasa. Ese queso pertenece al pasado y ha llegado la hora de encontrar uno nuevo. A veces, las cosas cambian y nunca vuelven a ser como antes. ¡Así es la vida!, se mueve y nosotros también debemos hacerlo. ¡Ha llegado momento de volver al laberinto! -anunció.
Kif no se rió ni reaccionó.
Kof escribió un pensamiento serio en la pared para que su amigo reflexionarse sobre el:
Si no cambias,
te extingues.

Al adentrarse en el laberinto, Kof miró hacia atrás, consciente de la comodidad que dejaba. Se sentía cada vez más angustiado, y se preguntó si realmente quería volver al laberinto. Escribió una frase en la pared y se quedó un rato mirándola:

¿Qué harías si no
tuvieses miedo?

Sabía que, a veces, un poco de miedo es bueno. El miedo puede incitarte al acción.
Durante los días sucesivos, Kof encontró un poco de queso aquí y allá, pero no eran cantidades que durasen mucho tiempo. Justo cuando pensaba que había encontrado la dirección correcta, se perdía en los pasillos. Era todo un reto, pero tuvo que admitir que volver a recorrer el laberinto en busca de queso no era tan terrible como había temido.
Cada vez que empezaba a desalentarse, se recordaba así mismo que lo que estaba haciendo, por incómodo que le resultase en aquel momento, era mucho mejor que quedarse de brazos cruzados sin queso. Estaba tomando las riendas de su vida en vez de esperar simplemente que las cosas ocurrieran.
Comprendió que el cambio no lo habría pillado por sorpresa si se hubiera fijado en que éste se iba produciendo gradualmente y lo hubiese previsto. Escribió en la pared de laberinto:
Huele el queso a menudo
para saber cuándo empieza
a enmohecerse.

A Kof empezaban a flaquearle las fuerzas. Sabía que estaba perdido y temía no sobrevivir. Tenía miedo más a menudo de lo que estaba dispuesto a admitir. No siempre estaba seguro de que era lo que le da miedo. Recordó las ocasiones en que se había sentido más a gusto en el laberinto. Siempre habían sido estando el movimiento. Escribió una frase en la pared:
Avanzar en una
dirección nueva
ayuda a encontrar
un nuevo queso.

Cuando empezó a correr por el oscuro pasillo, una sonrisa se dibujó en sus labios. Estaba descubriendo lo que alimentaba su alma. Se sentía libre y tenía confianza en lo que le aguardaba, aunque no supiera exactamente qué era. Y se detuvo para escribir de nuevo en la pared:
Cuando dejas atrás
el miedo,
te sientes libre.

Kof empezó a hacer un dibujo en su mente. Se veía con todo detalle y gran realismo, sentado en medio de un montón de sus quesos favoritos. Luego imaginó lo felicísimo que lo harían todos aquellos sabores. Cuanto más clara veía la imagen del nuevo queso, más real se volvía y más presentía que iba a encontrarlo. Kof escribió de nuevo en la pared:
Imaginarse disfrutando
del queso nuevo
antes incluso de encontrarlo
conduce hacia él.

Al poco localizó otra Central Quesera, vio tipos de queso que no conocía pero que tenían un aspecto fantástico. Los probó y le parecieron deliciosos. Comió de casi todos y se guardó unos trozos en el bolsillo para más tarde compartirlos con su amigo Kif. Entró en la central pero descubrió que estaba vacía.
Kof decidió volver atrás y averiguar si Kif estaba dispuesto a acompañarlo. Mientras desandaba el camino, escribió en la pared:
Cuanto antes se olvida el queso viejo,
antes se encuentra el queso nuevo.

Kof llegó a la Central Quesera Q y encontró allí a Kif. Le ofreció unos pedazos de queso, pero su amigo los rechazó.
-No creo que me guste ese nuevo queso. No estoy acostumbrado a él. Yo quiero que me devuelvan mi queso, y no voy a cambiar de actitud hasta que eso ocurra.
Kof decepcionado volvió a salir sólo. Le gustaba lo que iba descubriendo, incluso antes de encontrar lo que esperaba, si es que llegaba a encontrarlo, sabía que no era sólo tener queso lo que le hacía sentirse feliz. Se sentía feliz porque no lo dominaba el miedo y porque le gustaba lo que estaba haciendo en aquellos momentos. Sonrió y escribió la pared:
Es más seguro buscar en el laberinto
que quedarse de
brazos cruzados sin queso.

El miedo que dejamos crecer nuestra mente es peor que la situación real.
Kof pensaba antes que el queso no debía moverse nunca de su sitio y que los cambios no eran buenos. Ahora veía que era natural que se produjeran cambios constantes, tanto si uno los espera como si no. Cuando advirtió que su sistema de creencias había cambiado, volvió a escribir en la pared:

Las viejas creencias
no conducen al nuevo queso.

Supo que, al cambiar de creencias había cambiado de forma de actuar. Todo dependía de lo que decidiera creer. Si hubiera aceptado antes el cambio, ahora se encontraría mucho mejor. En realidad, si hubiera previsto el cambio, ya habría encontrado lo que buscaba. Se detuvo y escribió la pared:
Notar enseguida
los pequeños cambios
ayuda a adaptarse a los
cambios más grandes
que están por llegar.

En esos momentos, Kof ya se había liberado del pasado y se estaba adaptando al futuro. Avanzó por el laberinto con más energía y a mayor velocidad. Y al poco, lo que estaba esperando ocurrió. ¡Encontró un nuevo queso en la Central Quesera N!.
Había las montañas más grandes de queso que hubiera visto jamás. No los reconoció todos, ya que algunos eran totalmente nuevos para él. Por unos momentos se preguntó si aquello era real o sólo producto de su imaginación, pero entonces vio a Oli y Corri. Lo saludaron y vio que sus abultadas barriguitas indicaban que llevaban mucho tiempo allí.
Cuando hubo comido hasta la saciedad, cogió un pedazo del nuevo queso y lo alzó al cielo en señal de brindis.
-¡Por el cambio!
Kof pensó en todo lo que había aprendido. Mientras había tenido miedo del cambio, se había aferrado a la ilusión de un queso viejo que ya no existía. Había empezado a cambiar cuando había aprendido a reírse de sí mismo y de lo mal estaba actuando. Había aprendido algo muy útil de Oli y Corri sobre el hecho de avanzar. Los ratones llevaban una vida simple. No analizaban en exceso ni complicaban demasiado las cosas. Cuando la situación cambió y el queso se movió de sitio, ellos hicieron lo mismo. Supo que uno podía aprender a convivir con el cambio. Uno podía ser más consciente de la necesidad de conservar las cosas sencillas, ser más flexible y moverse más deprisa. El inhibidor más grande de los cambios está dentro de uno mismo y que las cosas no mejoran para uno mientras uno no cambia. Pero lo más importante de todo era que, cuando te quedas sin el queso viejo, en otro lugar siempre había un nuevo queso, aunque en el momento de la pérdida no lo vieras. Supo que el miedo es algo que uno debe respetar, ya que te aparta del peligro verdadero, pero advirtió que casi todos sus miedos eran irracionales y que lo habían apartado del cambio, cuando lo que él realmente necesitaba, era cambiar.
Kof pensó en tratar de encontrar a Kif, tal vez podría enseñarle la manera de salir del apuro. Pero después se dio cuenta de que ya había intentado que su amigo cambiara. Kif tenía que encontrar su propio camino, prescindiendo de las comodidades y dejando su miedo atrás. Nadie podía hacerlo por él, ni convencerlo de que lo hiciera.
Se dirigió hacia la pared más grande de la Central Quesera N y escribió un resumen de todo lo que había aprendido.
El cambio es un hecho
El queso se mueve constantemente
Prevé el cambio
Permanece alerta a los movimientos del queso
Controla el cambio
Huele el queso a menudo para saber
si se está enmoheciendo
Adáptate rápidamente al cambio
Cuanto antes se olvide el queso viejo,
antes se disfruta de nuevo
¡Cambia!
Muévete cuando se mueva el queso
¡Disfruta del cambio!
Saborea la aventura y disfruta del nuevo queso
Prepárate para cambiar rápidamente
y disfrutar otra vez
El queso se mueve constantemente


El Debate
Ese mismo día, más tarde


Cuando Michael terminó de contar el cuento, vio que sus antiguos compañeros de clase sonreían.
-¿Y si nos encontramos más tarde y lo comentamos? -propuso Nathan.
A todos les pareció bien la idea. Esa noche, se reunieron en el bar de un hotel.

-¿Qué personaje del cuento seríais? ¿Oli, Corri, Kif o Kof? -preguntó Angela.
Frank comentó- Kif me recuerda a un amigo mío, su departamento iba a desaparecer, pero él se negaba a verlo. Todos los días despedían a personal de su sección. Fue el único al que le sorprendió la desaparición del departamento.

Lo cierto es que mi "queso" se ha movido, -dijo Jessica- y más de una vez.
Todos estamos expuestos al cambio -dijo Nathan-. Me gustaría que mi familia y yo hubiéramos escuchado antes este cuento. Por desgracia, no quisimos ver los cambios que se iban a producir en nuestro negocio, y ahora ya he es demasiado tarde. Hemos tenido que cerrar varias tiendas.
-¿Qué ocurrió?- quiso saber Jessica.
- Cuando montaron en la ciudad un hipermercado, con sus enormes existencias y sus bajos precios, nuestra cadena de pequeñas tiendas quedó obsoleta. No pudimos competir con esa gran superficie. Nos quedamos donde estábamos y no cambiamos, y ahora tenemos problemas. Kof habría podido enseñarnos un par de lecciones.


Laura, que la actualidad era una importante mujer de negocios, decidió intervenir en la conversación. -Me he preguntado que hacer para parecerme más a Kof y ver cuáles son mis errores; reírme de mi misma; cambiar y hacer mejor las cosas. Me gustaría saber una cosa. ¿A cuantos de vosotros os da miedo el cambio?
Nadie respondió, por lo que Laura sugirió:
-Que levante la mano quien tenga miedo del cambio.
Sólo se alzó una.
-Bueno, parece que al menos hay una persona sincera en el grupo. Tal vez os guste más la siguiente pregunta: ¿cuántos de los que estáis aquí pensáis que los demás tienen miedo del cambio? -Todos levantaron la mano y luego se echaron a reír-. Bien, ¿y esto qué significa?
-Significa negación- respondió Nathan.

-Lo que yo he sacado en claro del cuento -intervino Jessica- es que los cambios se producen tanto si me dan miedo como si me gustan. Mi empresa vendía enciclopedias, una persona intentó convencernos de que teníamos que editar nuestra enciclopedia en CD y venderla mucho más barata. Pero todos nos resistimos a ello. Creíamos que la columna vertebral del negocio era la red de vendedores, las personas que vendían puerta a puerta. Mantener esa red de vendedores dependía de las elevadas comisiones que éstos cobraban por colocar en el mercado un producto caro. Llevábamos mucho tiempo funcionando así y pensábamos que podía durar siempre.
-Ése era vuestro "queso"-dijo Nathan.
-Sí, y queríamos aferrarnos a él.
Pensándolo en retrospectiva, veo que no se trató sólo de que "nos movieran el queso", sino de que el "queso" tiene vida propia y, al final, se acaba. Nosotros no cambiamos, pero un competidor sí lo hizo y nuestras ventas cayeron en picado.

-¿Creéis que Kif llega cambiar y sale buscar queso nuevo?-preguntó Angela.
-Yo creo que si- respondió Elaine.
-Pues yo creó que no- dijo Cory-. Hay personas que nunca cambian y pagan un precio muy alto por ello. En mi práctica médica veo a gente como Kif. Creen que tienen derecho a su "queso". Cuando el queso se mueve, se sienten víctimas y culpan a los demás. Se ponen enfermas con más frecuencia que las personas que superan los miedos y siguen avanzando.

-Me parece- dijo Nathan, en voz muy baja, como si hablara consigo mismo- que la cuestión es: “¿De qué debemos prescindir y qué debemos seguir buscando?”.
Supongo que es mucho mejor -intervino Nathan- iniciar el cambio mientras uno todavía puede intentar reaccionar y adaptarse a él. Tal vez deberíamos mover cada uno nuestro propio queso.

Para mí, comentó Angela-, el punto culminante de la historia es cuando Kof dejar atrás sus miedos y se visualiza encontrando el “nuevo queso”. Entonces, correr por el laberinto le da menos miedo y disfruta haciéndolo. Y finalmente, encuentra algo mejor.


FIN